Presencia

A la tarde presiento, ensordecedor,
el pulso agonizante del patio.

Algo amasa debajo de las piedras la sombra,
se oyen caer tras el canto de la cigarra
los huesos ya raspados de otras noches.

En la habitación cerrada
las aristas y los bordes de las cosas
se ablandan sin el filo de la luz.

Después de la ejercitación en el olvido
Después de reemplazar con ruidoso viento
la continua foto del presente,
por fin, lenta, la  penumbra va licuándolo todo.

Mas tarde el latido acelera
y revienta del interior la noche.

Devuelven las sombras su vacío
que se amontona y le hace cúpula a lo oscuro
de fuerza violenta las constelaciones
el patio recrudece.


Amanecía


No está hecha de piezas la llanura,
sólo un largo campo para las batallas 
entre la sorda ira del viento y
el pesado suspiro de los que ignoran el mar.


Pensé que nunca llegaría a amanecer
después de tanto prólogo a los valles,
de tan amoroso conteo de las horas
que tarda en florecer una montaña.

Señal


Las calles sin muñecas y sin perlas
no son de la tierra ni del mar.
Cuando decae en ellas el silencio
llego sola a la ciudad que brama,
que pide tu sangre, tu sudario.

Pero esa brisa sólo es lúcido carmín,
la blanca estela es sorpresa.
Un ave, hoy,
no es un gorrión en la ancha tarde,
es la señal del olvido.

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