Podría estar hecha toda de tela o de arcilla
tener por manos dos cruzadas ramas
o dos trenzas de alambre.
Sólo he sentido la pequeña atmósfera
que se desprende cuando exhalo
tierra húmeda o peces solos.
Cuando llegaste apenas habitaba los espejos
me dejaba perseguir, avergonzada, por mi sombra.
Hasta que fue tu boca,
y aconteció que por tus manos
se repobló de piel el cuerpo que era mío,
la humedad volvió a tocar la piedra de mis ojos
y tu voz, que era sólo tuya,
se hizo el blando mapa de mi nombre.
Enmudeció el amasijo del aire
y se volvió tibia la noche en el cuerpo
para que pudiera por primera vez
dormir.
.
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