Mi cuerpo


Como dos antiguos amigos
reposamos mi cuerpo y yo
ahora en el silencio,
y observamos con blanda paz
el bullicio de sus túneles,
su arquitectura de fuerza y atributos.

Viste consistencia de mi endeble andamio
y habla de mí como de alguien tan lejano
para esconderme amorosamente
creyendo quizás que de espinas moriría,
o de intemperie.

De su materia
sólo saben las fogatas de la tierra
en las que ardió sacrificándose en mi nombre.
Me serví de su extensa piel
para enumerar el dolor, erizar las ansias,
darle real imagen al desgarro.

De la gracia de sus ojos
obtuve
la coartada y el sutil descanso,
de que lo confundieran conmigo.

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